domingo, 16 de enero de 2011

"True grit" (2010)


Dirigida por: Joel e Ethan Coen


El concepto True grit se refiere a tener agallas, guts dirían los gringos. Y en la películas de los Coen todos los personajes son la alegoría de aquel término. Se podría asociar eso de ser gallardo a un equivalente de badass, que en el universo cinéfilo de la cultura popular, se refiere a ser duro, ir de frente y ante la eventualidad de matar o no, hacerlo. Pero en "True girt" está asociado a asumir la responsabilidad que tienes que asumir. A tu deber.


Así como Kimba, perdón, Simba tiene que hacer suyo el compromiso de hacer justicia a su padre en "El rey león"-concepto extraído, claramente, de "Hamlet"-la protagonista, la pequeña gigante, Mattie Ross, ya con su responsabilidad clara, buscar la forma de vengar a su padre, y,  poder así, devolver el equilibrio a su mundo. Provista de una perspicacia particular para una niña y con una sangre fría envidiable, se desenvuelve en el mundo de los adultos, superándolos,  para encontrar a la persona indicada que ejecute la venganza requerida.

 En su búsqueda llega a las puertas de Rooster Cogburn, un marshall veterano de la guerra civil, que ya "disfruta" de su retiro, y el que no la recibe muy afectuosamente. ¿Por qué lo contacta? porque le han dicho que éste está provisto de un verdadero true grit, virtud necesaria para iniciar y concretar la búsqueda del asesino.


La película es una búsqueda, física y valórica, y, quizás emocional. Dar con la persona que eliminó al progenitor de la niña es sólo la representación concreta de la encrucijada. Toda la carga valórica está implícita y cuando damos con ella, la identificamos, todo se vuelve significativo. Quizás con aquella muerte todos saldrán ganado, quizás todos los personajes necesitan de ese asesinato. Es curioso que matar sea un elemento positivo, pero sin duda, para la patrulla a cargo, lo es.


Yo no he visto la cinta original, dónde John Wayne interpreta al Marshall, y por la que ganó su único Oscar. Pero esta versión está a la altura, y más, dicen. Todas las actuaciones son de gran nivel. Mucho tiene que ver el casting que se realizó. Hailee Steinfeld, la niña que busca venganza, se roba la película en gran parte. Representó tan bien el espíritu de la época en el cual no había espacio para ser pusilánime porque, o si no, sencillamente, te ibas a la tumba. Una adolescente que está comprometida con su herencia y le otorga el valor que ésta requiere, asumiendo, debido a ese peso, la responsabilidad de salir a honrar la figura paterna.


Dura, inteligente, carismática, correcta, religiosa y muy perspicaz, la pequeña tiene una cosa en mente: encontrar al asesino y despacharlo. Jeff Bridges recoge, en su interpretación, ese espíritu de cine clásico, reforzado por la pulcritud y destreza que los Coen pusieron en todas sus escenas: diálogos y monólogos vivos, con espíritu y carisma, con esa cercanía que tienen los hermanos a las frases en las comedias de Howard Hawks y Preston Sturges.


 Un muy buena cinta que transporta al hoy, tecnológico y plástico, esa parsimonia del cine clásico, con toda su cualidad moral, sus interpretaciones y sentido final.


Cabezón Gutiérrez

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