miércoles, 9 de noviembre de 2011

"The Tree of Life" (2011)


Director: Terrence Malick

"El árbol de la vida", el nombre en español de esta obra de Terrence Malick, uno de los más valorados, respetados, esenciales y notables autores contemporáneos, es una cinta especial, tanto por el brillo de su hermosura y virtuosismo audiovisual, como por la espesura de su contenido. Sin ser una película densa, "lenta" o elitista en lo reflexivo, logra afectar, tocar, remover nuestra consciencias haciendo un llamado a ese instante de contemplación reflexiva en el que, de vez en cuando, nos vemos absortos.


De hecho, y eso es uno de los aspectos geniales del film, el drama, las imágenes y los instantes, están estructurados siguiendo los momentos de introspección de los personajes, traduciéndolos, esos instantes en que desapareces del mundo, dejas de mirar las formas y te centras en el fondo, en las cavidades de tu alma, en un ser más esencial, conversas contigo, te miras hacia atrás, te cuestionas, te revelas, te lamentas, lloras, sufres y cambias...


¿De qué va la cosa?: "El árbol de la vida" es una especie de seguimiento, para nada cronológico, de la existencia de una familia, desde sus orígenes hasta el último estado de su descendencia. Brad Pitt es el padre, por allá en los cincuenta, que, acompañado por Jessica Chastain, la madre, comienzan a moldear un grupo sanguinio filial, paternal, maternal, una familia que crece con hermanos, risas, tragedias, sucesos, avances, retrocesos y tiempo.



¿Dónde ocurre esta película? Es una pregunta retórica que me hago. Como decía, las imágenes son las expresiones concretas de las íntimas reflexiones de los personajes. Un hijo, Sean Penn, que realiza un viaje interno de preguntas y autoanálisis, tanto en su forma de personaje adulto como niño. En ésta etapa infantil, se enfrenta a su crecimiento, descubre su rebeldía, destapa su "lado B", se da cuenta que la calidez del hogar no dura para siempre y que el mundo es frío, cruel, violento, injusto y desamparado, lo contrario a su nido familiar, en dónde todos los peligros están bloqueados por la protección del padre y la madre.


Como adulto mira hacia atrás, revive momentos, aquellos remueven con su peso y culpa, su espíritu, su juicio, su tranquilidad hecha de evasión y éxito económico. Se llena de preguntas dolorosas y reproches. Entra en ese estado de buceo esencial, un constante escenario místico.


La madre, calidad, hermosa, juguetona y adorable, cuida de sus cachorros, los ama y acoge con ese amor profundo y eterno, que sólo el mundo femenino comprende; el padre, duro, autoritario, violento y rústico, les muestra que la vida es dura, egoísta y dolorosa, se los hace saber con castigos, golpes y recetas para pelear y defenderte de los que te agredan.


El mundo interior es compartido por los personajes, que reflexionan en coro, que se unen en momentos, que crecen y mueren en una misma estación, que sufren en su isla personal, mirando hacia atrás, mirando hacia el universo, buscando una respuesta a ese significado esquivo de la vida. Recorriendo años luz, tiempo y estados, sólo para darse cuenta que no hay respuesta, que la vida son sólo momentos, que el cosmos es parte de uno y uno es el cosmos, que estamos hecho del mismo material de las estrellas.


Yo recomiendo esta película con todo mi ser, es una obra maestra, es una cinta diferente, es una experiencia, es un intento logrado de hacer cine de verdad, cine de ideas, de hipótesis, de amor hacia el ser humano, de preguntas y cuestionamientos, un cine que se está apagando, un cine que responde al llamado del arte, ese que pretende hacernos ir más allá y contribuir a que logremos ser mejores seres humanos...


Cabezón Gutiérrez

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