martes, 15 de noviembre de 2011

"Kynodontas" ("Canino", 2009)


Director: Giorgos Lanthimos.


Una de las propiedades y mecanismos más fascinantes del séptimo arte es esa capacidad de hacerte vivir una experiencia de otro sin vivirla, directamente. Poder sentir lo que el personaje siente, sentir esa empatía, ese dolor, ese amor. Y dentro de este paradigma, encontramos una faceta aún más apasionante: cuando nos muestran aquel mundo oscuro, ese "lado B" de la experiencia humana, esas realidades ciertas que no están en la vitrina de nuestra cotidianidad.




Lo más pantanoso del alma humana aparece cada cierto tiempo en ciertas películas, y, precisamente "Canino" es una de aquellas.




¿De qué va la cosa?: un matrimonio decide no exponer a sus hijos al mundo. Construyen una gran casa en un sector rural, limitada por altos muros que no permiten ver más allá. El techo es el cielo y la vida de los jóvenes ocurre sólo en aquel sector cercado. Tres chicos: dos ejemplares femeninos y uno masculino, crecen, se desarrollan y aprender en este mundito artificial.




El nivel de manipulación que tienen los padres sobre sus crías es total, perverso y caprichoso. Crean una especie de mitología, en dónde los aviones-que ciertamente pasan por arriba de la vivienda/mundo-son cualquier cosa menos medio de transportes, donde una "peineta" significa "amor", dónde toda lingüística está regida por las leyes que los padres crean e imponen. 




Los castigos, por ejemplo, consisten en mantener en la boca, por cierto límite de tiempo determinado por el padre, enjuague bucal, aquel que destruye gérmenes y puede llegar a ser doloroso en tu fauces. La vida es reinventada por completo y los jóvenes son los conejillos de india en este laboratorio particular.




Una película más que interesante, que habla de la inmensa responsabilidad que tienen los padres por sobre sus hijos, en su formación y comportamiento presente y futuro; que habla sobre los peligros de vivir aislado de tus pares, lejos de tu natural socialización y de los beneficios de ésta. Una película que es la puesta en escena de lo más perverso y parafílico que habita en nuestro interior, en nuestra mente, y que puede vivir allí para siempre, recluido o expresarse como se expresa en esta cinta griega.




Con un nivel de violencia dura, parca y directa; aquella violencia que duele, no la de "Duro de matar" dónde muere un persona cada 3 minutos y nos da lo mismo, aquí la violencia es seca y realista. Te remece, y golpea firme y duro. Un tono muy a lo Michael Haneke y su propensión a la tragedia, que inevitablemente se hace presente cuando optamos por caminar por el sendero más oscuro de nuestra alma.




Gran cinta, nominada al Oscar, no ganadora, pero muy contundente, analítica, responsable y por cierto muy interesante...




Cabezón Gutiérrez.

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